Por ahí circula una carta de la
esposa de uno los agentes involucrados en el bochornoso
incidente que ocurrió con un tal Nicolás
Gaviria. La carta muy bien redactada, explica con lujo de detalles lo que significó
esa ofensa para la señora y su familia. La gente sin dudarlo un instante
compartió esta carta haciéndola tan viral como el mismo vídeo del incidente, tal
vez como una muestra solidaria ante lo que se considera una humillación más
cuando esta trasciende y es conocida por todo un país.
Dejando de lado al “señor “Gaviria
(no vale la pena gastar renglones en un don nadie), sería bueno
aclararle a esta aguerrida mujer que esto es el resultado de la problemática
social que de momento se ha salido de las
manos y que tal vez la misma ley es tan
culpable como quien se atreve a desafiarla, burlarla e incluso humillarla. Sería
bueno leer otro tipo de cartas; esas que
tal vez jamás leeremos simplemente
porque quien debe escribirlas no sabe hacerlo o tal vez no se atreve a redactarla.
Me refiero a las cientos de
mujeres de campesinos, indígenas, desplazados , obreros, empleados, estudiantes y asalariados que han visto llegar a sus
esposos y padres abatidos, destrozados , con la moral por el piso, heridos en
su poco orgullo porque agentes del “orden” los golpearon, los insultaron, les lanzaron gases
lacrimógenos, les dispararon balines, balas de salva que por la cercanía son letales,
chorros de agua que por su fuerza también hacen daño y no faltan las heridas
graves causadas por sus garrotes, se sienten como Robocops , Terminators . En conclusión son agentes del desorden. Qué lástima
por ese puñado de policías buenos, aquellos que hacen bien su labor, que son
generosos y serviciales porque sus actos se ven opacados por quienes inspiran
miedo en vez de respeto.
Tal vez seguiremos esperando esas
cartas, mientras tanto seguiremos siendo testigos en primera fila de como la anarquía
sigue reinando en aquellos que tienen dinero y poder incluso para burlar las leyes. Mientras el ciudadano común, aquel que aprendió
que las reglas son para cumplirlas es sometido de manera salvaje sin contemplaciones,
el mismo que recibe implacable el peso de una justicia desmesurada, inquisidora.
Ahora viene lo más preocupante; el presidente Santos ordenó que cada vez que
alguien pregunte a sus agentes: - ¿Usted sabe quién soy yo? , Sea inmediatamente
llevado a la estación más cercana para que se lo recuerden. Con todos los pormenores
antes mencionados habrá que preguntarse…
Si es un pobre parroquiano, ¿Cómo harán para averiguarlo?
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